julio 24, 2010

Piso 46

111contraste
En verada espero no temerle a las alturas...
Cuando era pequeño y la vida no significaba para mí más que un juego en el que sonreír era la regla, me reunía todas las tardes con mis amigos de la cuadra, nos paseábamos por todo el barrio montados en las bicicletas, tocando timbres y gastándonos bromas entre nosotros. Incluso algunas veces la víctima de las bromas era cualquier persona que anduviera por la calle y se atravesara en nuestro camino, éramos el terror del barrio, sin embargo, todos los vecinos cuidaban de nosotros aunque no nos diéramos cuenta de ello, uno en especial el señor Rosas era el que más tenía que soportarnos. Siendo dueño de la tienda odiaba que hiciéramos destrozos cuando llegábamos a comprar alguna golosina, lo que nos atraía mucho. Cuando parábamos en su tienda a tomar un refresco después de haber deambulado por varias horas alrededor del barrio, el señor Rosas quería mantenernos sentados a todos en la banqueta, y con tal de que no hiciéramos ningún desastre, él pagaba los refrescos y nosotros las golosinas. Una vez, cuando después de tomar el refresco de cada semana, Javier, uno de los miembros del temible clan, tomó un jitomate de la tienda y lo arrojó a la cara de José, de inmediato se armó una guerra de jitomates y el pobre señor rosas salió con una escoba tratando de echarnos de la tienda, corrió tras de mi cuando monté mi bicicleta para huir de la guerra y del terrible señor Rosas que me había amenazado con la escoba, me siguió durante un buen rato, y yo muerto de miedo no vi por donde dirigía la bicicleta, terminé en medio de la noche en una parte de la ciudad que no conocía, comencé a desesperarme y casi llorando traté de regresar por donde había llegado, pero al paso de mucho tiempo no encontraba el camino de regreso, estaba muerto de miedo, imaginado cosas terribles seguí andando sin saber a dónde iba, cuando me sentí cansado, simplemente bajé de la bicicleta y me senté en la banqueta, no resistí las ganas y me puse a llorar pensando en que jamás volvería a ver a mis padres, a mis amigos. No sé cuánto tiempo estuve así, sólo sé que tenía mucho frío, y de repente, no recuerdo nada más, cuando desperté estaba en casa, acostado en mi cama y mis padres hablaban con el señor Rosas, que se veía muy preocupado, les decía que me había encontrado al otro lado del a ciudad, que estuvo buscándome muchas horas a pie, y cuando no pudo seguir regresó a casa por su auto. Yo no recuerdo cómo llegué a casa pero siempre se lo he agradecido al señor Rosas, Mario también estaba en casa cuando desperté, Mario fue mi mejor amigo desde siempre, cuando abrí los ojos empezó a gritar interrumpiendo la plática de mis padres con el señor Rosas, mi madre corrió y me abrazó llorando, después de unas preguntas todos acordaron que era mejor dejarme descansar, excepto Mario, quien se quedó a hacerme compañía unas horas más, él me contó todo lo que había pasado dese que huía del señor Rosas en la bicicleta, todos comenzaron a preocuparse cuando vieron que no regresábamos, fue cuando mis padres se alarmaron y llamaron a la policía que hizo caso omiso de la petición, todos mis amigos y sus padres salieron a buscarme, el señor Rosas tampoco aparecía, pero me buscaba también por su cuenta, al fin me quedé dormido, y a la mañana siguiente, ahí seguía Mario, acomodado a un lado de mi en la cama, mi madre le había dicho que era muy tarde para que se fuese a casa y telefoneó a su madre para avisarle que dormiría esa noche en la nuestra.
Nos levantamos tarde ese día, eran vacaciones y los chicos nunca despiertan temprano en vacaciones, desayunamos y fuimos a casa de Mario, su madre le agradeció a la mía y nos invitó a pasar, mientras ellas tomaban café y platicaban, nosotros jugábamos en la habitación de Mario, era hermosa, pintada de azul y con motivos infantiles por doquier, su cama era un carro de carreras que podía moverse con sus llantas por toda la habitación, fue un día fantástico, al fin del día regresé con mi madre a casa, mi padre llegó y me acostó a dormir, así se acabaron las vacaciones, entre bicicletas y bromas, entre risas y juegos, entre mi casa y la casa de Mario, y así, de la misma manera se terminó la infancia.
Pronto, me vi en el último año de preparatoria, sin saber qué haría después, tendría que mudarme a una ciudad más grande para estudiar la universidad, o trabajar en la fábrica en la que trabajaba mi padre, él siempre me había dicho que ese no era el futuro que quería para mí, quería que me fuera, que estudiara, que viviera, y si regresaba un día a trabajar en la fábrica, sería como jefe de algún departamento, no sabía qué hacer, irme significaba renunciar a todo, mis amigos, mi familia, significaba estar solo, estar lejos de lo que me había rodeado toda la vida, me enfrentaría al mundo, eso me atemorizaba. Todo cambió cuando Mario llegó un día, poco tiempo después de habernos graduado, ambos con honores de la preparatoria vino a mi casa, y me dijo que iría a la universidad del estado, era la mejor de la región, y ninguna de las universidades privadas estaba a su altura, su padre podría pagarle la mejor universidad privada, pero él quería estudiar en la universidad del estado, así que se iría en unos días y venía a preguntarme qué es lo que yo haría… yo no sabía qué iba a hacer, de repente la vida estaba frente a mí y yo no sabía cómo afrontarla. Al fin dije que podría hacer la prueba para la misma universidad que él, y mi padre podría pagar un departamento en la capital, a lo que Mario respondió que no me preocupara, su padre le había comprado un departamento ya y yo podría vivir con él, después de todo le haría falta compañía y no había mejor compañía que la de su amigo de la infancia. Después de unas semanas, partimos a la capital, sólo él y yo, nuestros padres, nuestros amigos, todo lo que habíamos conocido hasta entonces se quedaba en nuestra vieja ciudad, un poco tristes pero a la vez emocionados pasamos seis largas horas en el autobús, cuando descendimos de él, me impresionó tanto la nueva ciudad, era magnífica ya anochecía y yo pensaba en cuantas lindas historias podrían estar ocurriendo en ese mismo momento, pero también, cuantas tragedias podían desarrollarse amargamente dentro estas casas y edificios. Mario me empujó para que avanzara y caminamos fuera de la estación de autobuses, hasta la calle, unos minutos después el taxi llegó, subimos el equipaje que era demasiado y Mario le indicó la dirección al conductor, cuando llegamos me sorprendió mi nuevo hogar, era un edificio altísimo, casi me lastimo el cuello al bajar del taxi porque no dejaba de verlo, Mario me preguntó que si le temía a las alturas, yo respondí que no estaba seguro, pero que este edificio era muy alto y esperaba en realidad no temerle a las alturas, Mario solo sonrió y subimos en el levador hasta el piso cuarenta y seis, este por fin sería mi nuevo hogar…
Cuando Mario abrió la puerta me dijo
– siéntete como en casa, después de todo ésta es tu nueva casa –
Yo no dije ni una sola palabra, estaba un poco mareado por el elevador, y muy cansado por el viaje, el departamento era hermoso, tenía una gran vista, jamás había estado en un lugar así, desde arriba la ciudad se veía un poco menos intimidante, como he dicho tenía una vista magnífica con todas esas luces parpadeando, unas encendiendo y otras apagándose, imaginaba quienes podían estar apagando la luz y comenzando una agradable velada con el amor de toda su vida, quienes podía estar llevando a la cama a sus hijos y quienes podían llegar a descansar después de un día terrible, tantas historias me pasaban por la cabeza cuando Mario interrumpió nuevamente mis pensamientos
– ¿te gustaría comer algo?, he ordenado pizza – No – respondí simplemente, ­– ¿te sucede algo?, has estado muy callado todo el día… – es sólo que me siento un tanto abrumado por todo esto, no sé qué sucederá de ahora en adelante y me gustaría de algún modo, saber cómo acabará esta faceta de nuestras vidas… - Pobre de mí, no sabía lo que estaba a punto de vivir...
Ambos guardamos silencio mientras mirábamos por la ventana, el silencio se prolongó durante un largo rato, hasta que fue interrumpido por alguien que llamaba a la puerta. Era el repartidor de pizza, Mario abrió la puerta y le pagó al repartidor, nos sentamos juntos en la mesa de cedro y comimos la pizza, después nos sentamos en el sofá blanco frente a una chimenea simulada sobre la cual pendía una pantalla plana que Mario encendió, vimos una película de suspenso y a mitad de la película Mario me despertó y me llevó a mi habitación, apenas consciente llegué a la cama y no supe más hasta el otro día, así mi vida se fue acoplando a la vida en la gran ciudad, Mario y yo elegimos estudiar carreras diferentes, así que nos veíamos poco, y algunas veces nada, pero siempre nos gustaba frecuentar un bar cercano con amigos que ambos teníamos en común, otras veces preferíamos simplemente quedarnos en casa, generalmente esas tardes lluviosas en las que es siempre gratificante un buen libro o un buen amigo para charlar tomando una taza de café las pasaba en casa y las más de las veces Mario se quedaba conmigo. Una de esas noches, mientras una tormenta caprichosa y muy tupida se desataba, yo estaba a solas en las casa del piso cuarenta y seis, tomaba una taza de café mientras leía una novela sobre un amor entre dos chicos, una historia atrayente, no por el amor que en ella se narra, si no por las desgracias que se viven dentro de la historia, todas esas desgracias que uno aprende a hacer suyas de una u otra forma y que al final, cuando todo termina en relativa felicidad, inyectan un poco de esperanza en nuestras vidas. Mientras leía esta novela y la noche avanzaba convirtiéndose en día, la puerta del apartamento se abrió de golpe, un estruendoso relámpago se hizo notar en ese mismo instante, como si fuese un acontecimiento bien planeado, cual horrenda historia del gran Poe, mi amigo Mario estaba parado en el umbral de la puerta, su ropa mojada, y su respiración agitada le daban un aire bestial, la poca luz acentuaba su silueta y mis nervios estaban a tope, por un momento permanecí inmóvil y él también, hasta que entró en la sala y me saludó tan normalmente como siempre… ésta escena tuvo un dejo de suspenso como ninguna otra hubiese tenido en mi vida, debo reconocer que nunca me sentí atemorizado de esa forma por alguien a quien conociera tan bien y desde hace tanto tiempo, con excepción tal vez, de mi propio yo.
Al verano siguiente tuvimos más tiempo libre Mario y yo. Él traía chicas al departamento y yo… yo sólo vivía ahí, la verdad es que la vida de esa forma no me gustaba demasiado, había tenido mis experiencias pero nada más, prefería quedarme largo tiempo con una pareja estable, no como Mario que cada noche salía con una chica distinta tan sólo para satisfacer sus deseos carnales, una de esas tantas noches de parranda juntos, conocí a una chica hermosa en el bar que se había convertido en nuestro favorito, pasamos toda la noche bailando y bebiendo, cuando estuvimos lo suficientemente ebrios para sentirnos enamorados el uno del otro le dije a Mario que me iría a casa y llevaría conmigo a mi nueva chica, creo haberle dicho que esperaba que ella se quedara conmigo mucho tiempo y si era posible, toda la vida, él sólo sonrió y me puso un par de preservativos en el bolsillo, atravesamos la calle abrazados, entramos en el edificio y subimos al elevador, al llegar al departamento ella me abrazó del cuello y me besó tan tiernamente que mi corazón se aceleró mucho, nos tumbamos en el sofá y no recuerdo nada, no recuerdo nada más hasta el día siguiente, cuando Mario me despertó preguntando qué había pasado, entonces traté de recordar pero no lo logré, no sabía a qué hora se había marchado, seguramente me dejó durmiendo tranquilamente en el sofá, él dijo que había llegado a casa hacía una hora y se había encargado de todo mientras yo dormía como un bebé como solía hacerlo todo el tiempo, además, agregó
– Por el desorden que has armado, parece que te has divertido como loco –
Yo tan sólo sonreí tontamente pues en verdad pareció ser una noche grandiosa, me sentía magnífico, el número de la chica estaba anotado en un papel en el bolsillo de mi chaqueta, no podía pedir más. 
Las semanas siguientes llamé a la chica, pero nadie respondió, no sabía nada de ella, simplemente me había roto el corazón, yo en verdad quería que fuese para mí. Después de unos días, como Mario me vio tan triste, me dijo que lo acompañara a la plaza central de la ciudad, necesitaba hacer unas compras, no estaba tan lejos de casa, así que podíamos caminar y me distraería un poco, mientras caminábamos en silencio pasó a mi lado una bella dama que usaba el mismo perfume que mi amada desaparecida, me trajo unos cuantos recuerdos estremecedores, sin darles demasiada importancia seguimos caminando y después de unas cuantas calles ya estábamos en la plaza, eran alrededor de las cinco de la tarde y las personas a esa hora tratan de aprovechar los últimos rayos de sol en los espacios abiertos, así que había un sin número de corredores por el parque de la ciudad, unos cuantos lectores que disfrutaban del pasto verde y el ya suave calor del sol, y un sinfín de niños correteando por todos lados, sin más me senté en una banca y le dije a Mario que le esperaría ahí, él asintió y se fue a hacer sus compras.  Unos minutos más tarde, una chica se acercó a donde estaba sentado, se sentó junto a mí para descansar y acicalar a su perro mientras me decía
        ¿Hace una maravillosa tarde no es cierto? – tan sólo asentí con la cabeza sin quitarle la vista de encima, era preciosa, tenía un cuerpo esbelto y una cara radiante, se notaba que era muy inteligente, después de observarla a fondo, al fin pregunté su nombre – Valeria – dijo sin apuro, – mucho gusto Valeria, mi nombre es… – le respondí.
Su perro era un lindo cachorro de Bull terrier blanco, con pequeños ojos y un hocico musculoso, le extendí la mano y me ladró amenazadoramente por lo que desistí de acariciarlo, continué platicando con Valeria por un largo rato hasta que finalmente quedamos para salir un día de estos, sin más me dio su teléfono y yo el mío, ella simplemente siguió con su paseo por el parque y Mario llegó a buscarme a los pocos minutos, le hablé de Valeria y se sorprendió de lo rápido que me habían arreglado el corazón, según sus palabras. Tan sólo bromeamos un rato y fuimos a casa. Después de todo la visita a la plaza no estuvo tan mal como imaginé, me sentía mucho mejor y más desahogado, lo único que me inquietaba era aquél recuerdo que tuve de la chica de la otra noche, pero a pesar la extraña sensación que me provocaba el recuerdo no le di más importancia y me dispuse a dormir.
Unos días después mientras tranquilamente leía el periódico matinal, me topé con un artículo que me estremeció de pies a cabeza, la chica con la que había salido hacía unas semanas, fue encontrada a unas cuantas calles del edificio donde Mario y yo vivíamos, llevaba varias semanas ahí, muerta… fue estrangulada, se presume que fue una violación o crimen pasional, no tenían rastro del asesino y aún no había ningún sospechoso. Apenas soporté leer los primeros párrafos y cerré violentamente el periódico lanzándolo al suelo, me levanté de la silla y no soporté el llanto, me dio muchísima rabia, no podía concebir que estando en una ciudad tan linda como esa y sobre todo, a unas cuantas calles del centro pudiera ocurrir esa barbaridad, quise desatar mi rabia arrojando la taza de café, la golpeé con la mano y se estrelló contra la pared dejando una mancha sobre la pintura amarilla, Mario se despertó alarmado, corrió hasta mí y me preguntó qué sucedía, con llanto en los ojos y la cabeza llena de rabia le dije – mira el periódico, esa chica de la que hablan es la mujer con la que quería pasar mi vida –, hasta ahora comprendo por qué lloraba tanto, en ese momento creí que lo hacía de tristeza, que en verdad quería pasar mi vida con esa mujer, pero ahora sé que sólo una parte de mi lo deseaba, la otra parte, estaba llorando de felicidad. Mario tomó el periódico y leyó, se asombró tanto como yo, su expresión se tornó seria y angustiada, unos momentos después, cuando hubo terminado de leer, cambió a una expresión severa e inflexible y dijo – pues bien, ya no es momento de llorar, sólo la tuviste una noche, y me temo que esa misma noche la perdiste, resígnate, siempre hay más mujeres en el mundo, y si ellas faltaran, siempre estamos los amigos. Ahora vístete y acompáñame por favor, tengo algunas cosas qué hacer y me gustaría que vinieras conmigo. Por cierto, es mejor que nadie sepa que esa mujer ha estado en esta casa la misma noche en que fue asesinada, lo que menos quiero es que mi padre se entere que la policía ha venido a interrogarme–. Diciendo estas palabras se metió a la ducha y me dejó sólo, después de ducharme y vestirme, salimos a visitar a algunos amigos y armamos una fiesta, después de mucho alcohol el recuerdo de la mujer estrangulada se borró de mi mente y las demás mujeres de la fiesta me parecieron preciosas, no tenía ganas de recordar a esa mujer. Unos instantes más me había transformado completamente, estaba en busca de una nueva aventura, la vida que Mario tiene, ahora yo mismo la llevaba. Al día siguiente desperté muy aturdido, supuse que era todo el alcohol que había consumido, una mujer descansaba conmigo en la cama, era hermosa, su cabellera rubia se extendía por toda la almohada, su lenta respiración apenas se notaba, las suaves sábanas cubrían su bien formado cuerpo y simplemente me recosté a su lado con la idea de esperar a que despertara, pero mientras eso ocurría el sueño se apoderó de mí y lentamente me dormí a su lado. Cuando desperté ella se había marchado, no se su nombre, tan sólo recuerdo su belleza y su tierna manera de dormir, el día estaba nublado cuando me levanté, tomé una ducha y un poco de café también, Mario llegó a casa sin hacer mucho ruido, no sé qué hora era, tomó una ducha, y yo entré a su baño para charlar y preguntar cómo había estado la noche para él, la puerta de la regadera estaba entreabierta y podía ver cómo el agua tibia resbalaba por su marcada espalda, charlamos sobre las chicas a las que conocimos, aventuras que jamás volveríamos tener, y el agua caía pesadamente sobre el piso de la regadera haciendo un ruido tranquilizador que nos mantenía en un sopor relativo, se giró hacia mí, y vi su pecho bien formado y en su rostro una marca que no tenía antes, parecía que alguien le había golpeado con algo en la frente
 – ¿qué te ha pasado en la frente? – sus ojos verdes se dirigieron a los mío y me ofrecieron una mirada inquisitiva y a la vez paralizante – ¿En verdad no lo recuerdas? – tan sólo negué con la cabeza imposibilitado para hablar, yo era muy tímido y esa mirada me afectó aún más, me miraba como si yo hubiese sido quien le golpeara y ahora haciéndome el amnésico tratara de evadir toda la culpa, cerró las llaves de la regadera y cogió una toalla roja y secó su cuerpo diciendo – no ha sido nada, sólo un golpe de borrachera–. Hablamos poco después de eso, vimos la televisión todo lo que restaba del día, ordenamos comida y comimos sin decir una sola palabra, hasta      que antes de ir a la cama él dijo – te empiezo a conocer mejor que nadie, incluso, creo que mejor de lo que te podrías conocer tú mismo –. Me sorprendió su comentario. Yo también lo conocía, era una persona muy extrovertida, amante de las emociones fuertes y la vida cara, buscaba mujeres sólo para divertirse pero era un amigo muy comprometido, siempre había cuidado de mí, siempre había estado a mi lado, ahora me sentía muy confundido, pensaba que él estaba decepcionado de mí, en las semanas siguientes traté de recomponerlo todo, traté de ser mejor como amigo, de comprenderlo mejor y ser más cuidadoso de lo que le sucedía.
Todo estuvo mejor en unos meses, yo no pensaba tanto en ese primer amor muerto, tan sólo me dedicaba a disfrutar la vida, a salir con chicas hermosas, y andar de fiesta en fiesta y Mario junto a mí siempre, cuidábamos el uno del otro, nuestra amistad se estaba convirtiendo en algo más profundo, éramos casi como hermanos, casi inseparables.
 Los medios comunicativos estaban casi enloquecidos, resultó que el asesinato de aquella mujer a la que conocí hace tanto tiempo, no había sido más que el primero de muchos, había en la ciudad un asesino en serie que gustaba de las mujeres hermosas tanto como Mario y yo, las seducía, y las llevaba a la cama para después asesinarlas, generalmente las estrangulaba con sus propias manos, pese a tener tanta información del asesino, aún no había ningún sospechoso, Mario se puso muy nervioso cuando mencioné que la policía creía que el asesino podía vivir o al menos desarrollaba sus actividades siniestras en la misma zona de la ciudad en la que vivíamos, me extrañó demasiado que Mario me arrebatara el periódico que leía para informarse de los avances de las investigaciones, la policía afirmaba que no había por qué preocuparse, los medios de comunicación armaban un alboroto con tal de vender su noticia, el caso no era tan grave como lo planteaban sin embargo, se estaban llevando a cabo las investigaciones pertinentes, con el paso del tiempo y sin un homicidio más Mario fue tranquilizándose y volvimos a salir juntos, de fiesta en fiesta, de chica en chica. Una noche, Mario y yo llegamos a casa con una chica cada quién, los cuatro estábamos bastante ebrios, y comenzamos a bromear, estuvimos despiertos hasta la madrugada y entonces fuimos a la cama, la chica de Mario salió corriendo de la casa después de una o dos horas, mi chica seguía dormida y le pregunté a Mario qué sucedía, él dijo que no era nada, simplemente tenía prisa, entonces bebimos un poco de whisky y nos fuimos a la cama nuevamente, cuando desperté, Mario no estaba en casa, mi chica tampoco, supuse que como todas, tenía algún lugar al cuál llegar de prisa, Mario entró por la puerta, su camisa estaba manchada de sangre, y me miró impaciente, corrí hacia él y le pregunté qué sucedía, tan sólo me miró y me dijo con una voz precipitada – No sé quién rayos eres! No se cómo es que te sucede esto, pero me encanta, es algo tan excitante, vivir así  es muy poco común, que suerte tuve de conocerte –. Me quedé asombrado, no sabía de lo que hablaba, no sabía qué estaba pasando, se encerró en su habitación y no salió si no al medio día, cuando me preguntó que si estaba listo para continuar la fiesta. A estas alturas la escuela nos preocupaba poco, pero aún asistíamos, tan sólo para asegurarnos que todo estuviera bajo control, así hice ese día y al llegar a casa vi a Mario en casa con un par de amigos y algunos extraños, emborrachándose como era costumbre, me uní a la fiesta sin preguntar nada, el periódico estaba en la mesa, por la mañana no me dio tiempo leerlo y me di cuenta de que el asesino había vuelto a actuar, comencé a preocuparme por mi amigo, realmente sospechaba que Mario podía ser ese asesino que la mitad de la ciudad buscaba… después de unos tragos se me olvidó esto y disfruté la fiesta más que nunca, Mario y yo nos divertíamos tanto que no nos dimos cuenta cuando nuestros amigos se marcharon y tan sólo nos quedamos con personas a las que no conocíamos en casa, una mujer de grandes atributos trataba de seducirme y lo logró, Mario por su parte tenía lo suyo con una pelirroja muy hermosa, Miriam era el nombre de mi acompañante, cuando me dio el primer beso me hizo desmayar, no sé cómo ocurrió, tan sólo, no recuerdo nada después del primer beso. Cuando desperté, estaba tumbado en la alfombra, con la ropa manchada de sangre, y las manos marcadas por las mordidas de alguien, me atemoricé tanto que corrí al baño y me duché tratando de recordar lo que había sucedido, nunca lo logré, y al fin regresó Mario, salí de la ducha tan sólo con la toalla en la cintura, el día era gris, la ciudad estaba apagada, una leve lluvia se dejaba caer pesadamente sobre la ciudad, una tormenta se avecinaba, Mario me miró y dijo – ¿Gran fiesta la de anoche no? – con voz temblorosa respondí que no recordaba nada, y que me gustaría saber lo que sucedía, ¿por qué mi ropa estaba manchada de sangre?, ¿qué le había sucedido a mis manos?, ¿qué había pasado con la chica?, y cuando Mario estaba a punto de responder a mis preguntas con una mirada maliciosa y fría, y una expresión severa como la de un padre que regaña a su hijo, alguien llamó a la puerta… Mario contestó, por el interfono reconocí una voz, era Valeria, aquella mujer que conocí en la Plaza central, Mario la hizo pasar y  yo corrí a vestirme, cuando salí, ellos estaban hablando, Mario la miraba con deseo, en su mirada vi algo que jamás había visto antes, era una mirada que no puedo explicar e incluso intimidaba a Valeria, intervine en la plática, ofrecí algo de café a ambos, los tres nos sentamos a charlar por un largo rato, ella quería saber por qué nunca la llamé, había buscado la dirección en el directorio y se había aventurado a venir, incluso entre la plática también Salió a luz el tema del asesino, le dijimos que era peligroso que se aventurara a salir sola por la ciudad, que la acompañaríamos a casa cuando la lluvia disminuyera, lo que no sucedió, al paso del tiempo la lluvia se hizo más fuerte, y a Valeria le fue imposible regresar a casa, la charla se prolongó más tiempo, estábamos tan interesados en ella que ni los fuertes estruendos de la tormenta distraían nuestra atención, ambos miramos sus labios rojos y carnosos, su blanca piel, casi transparente, ambos estábamos fascinados y de repente Mario dirigió una mirada hacia mí y se levantó, la tomó del brazo, Valeria se sorprendió y en su rostro vi la más profunda expresión de angustia que jamás viera antes, mi corazón se aceleró, me puse de pié y grité –¿qué estas haciendo? –, Mario no dijo nada, yo temía que mis sospechas fuesen ciertas, traté de intervenir pero en vano, Mario interpuso su mano y me gritó – ¡apártate! –, Suelta a la chica – le dije frustrado, él miró a Valeria, que desesperada trataba de soltarse el brazo. Mi ira explotó, me abalancé sobre Mario quién soltando a Valeria me golpeó en el rostro y caí al suelo… después de estar un instante sin conocimiento desperté, el mundo se veía diferente, me sentía muy diferente, y tuve la sensación de que antes ya me había sentido así, me levanté lentamente, los miré a ambos, Valeria estaba hermosa, su cara de angustia me llenaba de satisfacción, sus ojos empapados en lágrimas me hacían sudar de emoción, mi corazón estaba muy acelerado, mis manos temblaban, mi cabeza se llenaba de sensaciones desconocidas para mí, el mundo parecía no ser suficiente, sentí que podía hacer todo, que nadie podía detenerme e intenté nuevamente derribar a Mario, de un golpe lo logré, intentó levantarse pero lo seguí golpeando en el suelo, su rostro ensangrentado manchaba de sangre mis puños y por alguna extraña razón eso me ponía más furioso, la lluvia golpeaba el cristal de la ventana y cuando Mario no pudo mantenerse consciente voltee hacia Valeria quien había presenciado todo paralizada por el miedo, caminé hacia ella, lloraba amargamente rogando que me alejara, mis manos como si pensaran por si solas se dirigieron a su hermoso cuello, ella apenas pudo sostenerse mientras mis manos la estrujaban con bestialidad, sus ojos llenos de angustia y lágrimas me miraban y yo tan solo disfrutaba esa escena, encima de ella, estrangulándola, sintiendo que su vida se esfumaba de mi mano como el agua, sintiendo su débil cuerpo estremecerse ante la presión que ejercían mis manos, y yo tan sólo quería que ese momento durara toda la eternidad… y de repente, Mario me golpeó en la cabeza con una botella que terminó hacendosa añicos, mi rabia estaba a tope, tomé un cuchillo que estaba en la mesa, y lo encajé en el estómago de Mario, fue entonces cuando desperté, me di cuenta de lo que estaba haciendo, me aborrecí, grité impotente, grité más y más, su cuerpo yacía frente a mí, ensangrentado, y su rostro palideciendo me miraba, Valeria se puso de pie como pudo, debilitada como estaba llegó a la puerta y se marchó, muy poco me importó lo que pasaba con ella, y lo que pasaría después, sabía que mi existencia estaba condenada, me arrodille a lado de mi amigo agonizante,  las lágrimas cubrían ahora mis ojos, y no supe qué hacer, entonces me dijo lo que ya sabía, siempre había estado conmigo, siempre me había cuidado, cada vez que yo asesinaba a alguna mujer, él era quien me salvaba, él se deshacía de las evidencias lo mejor que podía, él era mi cómplice incondicional, más que un cómplice, él era mi amigo y yo… yo tan sólo lo he matado… – ¿pero por qué? – Pregunté angustiado, – tú siempre me has dado una razón para sentirme vivo, una emoción que nadie pudo darme, tú me hiciste vivir al máximo, y eso, eso era lo único que yo quería en esta vida, por eso no te odio. Desde que vi la forma en que mirabas a esa pobre chica, supe lo que harías… no te vino a buscar a ti, vino por mí, hace tiempo la he conocido y no la iba a dejar morir, era demasiado bella para acabar así–...
Y tomó mi mano mirándome a la cara, entonces comprendí, que todo esto había sido tal vez, lo mejor que le pudo pasar en la vida…
Miles de recuerdos me tomaron por sorpresa, mi mente se pobló con todas las escenas de muerte que vivimos juntos, ahora lo comprendía todo, aquella chica rubia había dejado la marca en frente de Mario cuando intentaba huir de mí y él la detenía, él se había encargado de deshacerse de la primer chica a la que asesiné, y había disfrutado conmigo cada asesinato, cada grito, cada intento de huir, cada último suspiro, cada segundo de maldad.
No pude soportar pensar en lo que le había hecho a mí amigo, no pude perdonármelo nunca. Cuando sufría agónicamente por mi atrocidad, la policía llegó al departamento, intentaba entrar por la fuerza, mi mente poblada de pensamientos insanos me obligó a arrojarme por la ventana del piso cuarenta y seis…