noviembre 02, 2012

Oscuridad


De repente me encontraba en un lugar tan oscuro que aunque tuviera las manos frente a mi rostro no podía verlas. Cuanto más caminaba a través de ese lugar, tanto menos avanzaba, mis energías se agotaban rápido y mi voz no podía escuchar, mis labios resecos no encontraban ni un poco de agua en el aire inerte, muerto, viciado de aquél espantoso lugar. No sentía el paso del tiempo ni veía luz en ningún sitio, no había ruidos para oír, no había nada en aquella estancia vacía, fría y sin aire para respirar, era un espacio solitario, tan vacío que de solo pensarlo nuevamente me estremece en lo profundo del corazón. Lo único que iba conmigo a través del espacio vacío era tu recuerdo, ni mi madre, ni mi padre, ni a hermanos o amigos podía recordar más que a ti, a nadie podía pensar más que a ti, tu bella y melancólica mirada me seguía por todas partes. Nunca tropecé con nada, pues nada había para tropezar, nunca toqué nada, pues nada, a no ser por el frío suelo, había ahí para tocar. Era tan silencioso que pude escuchar mis pensamientos de vez en cuando, escucharlos tras de mí, tan cerca,  pero al mismo tiempo tan lejos.. evidente era que ya no me pertenecían, y quería creer que alguien más estaba conmigo en ese lugar, me desgarraba la garganta pero ninguna palabra oía contestar, a veces pienso que la oscuridad se adueñaba de mis pensamientos y me los repetía para volverme loco y no dejarme  continuar. Cuantas veces grité tu nombre a oscuras, cuantas lágrimas derramé en nombre del poderoso, pero nunca llegó respuesta y por fin la fatiga me consumió hasta los huesos, me dolían de tanto andar, me dolía el cuerpo, pero sobre todo, me dolía el espíritu, que a pedazos se me caía.  Terminé por dejarme caer yo mismo al frío, inmenso, inimaginablemente inmenso suelo, levanté mis manos y toqué mi rostro, en ese momento me pareció espantoso, terrorífico, demacrado e indescriptible, ni quisiera recordar lo que imaginé al tocarlo. Las lágrimas humedecieron mis dedos y de pronto estallé en rabietas de desesperación, mis pies golpearon el oscuro lugar en el que me encontraba pero ni un sonido producían mis golpes, no recuerdo escuchar mi llanto, pero estoy seguro de que cualquiera lo habría escuchado desde lejos, no recuerdo dolor por los fuertes golpes, pero después no pude caminar más, al menos por un rato, no recuerdo escuchar el crujido de los huesos de mis manos al golpear el suelo, pero mis dedos se rompieron y mi tibia sangre brotó de entre mis nudillos humedeciendo el frío y espantoso suelo que ahí estaba y se extendía quien sabe hasta dónde, y me arrastré a través de todo ese lugar, no sé si en círculos o en línea recta, pero nunca  encontré salida, ningún rayo de luz, ni una sola partícula de esperanza encontré en ese maldito lugar. A veces el miedo me tomaba por sorpresa y me hacía correr tan fuerte como me lo permitían mis adoloridos pies. Mis fuertes piernas me propulsaban muy rápido y aún así, no podía sentir ni una sola onda de viento golpear contra mi rostro, después me daba cuenta de lo tonto que era al sentir miedo, pues era la única persona, el único objeto, viviente o no, porque ya no sabía si estaba vivo o muerto en esa inmensidad deforme que nada podía ofrecerme, ni calor, ni siquiera aire respirable, ni una sola gota de agua, ni una piedra con la cual yo pudiera atentar contra mí mismo y descubrir si en realidad vivía, o si muerto estaba. Tanto deseaba salir de ese lugar que hasta tu recuerdo fui olvidando poco a poco, tus ojos preciosos y el timbre de tu voz se desvanecían, igual que yo, en esa espantosa oscuridad de la que no podía salir, y entonces, cuando volvía a pensar en ti, entonces recordaba que me habías abandonado, y sin pensar en mí, habías ido a buscar una vida de verdad, en realidad no te culpo, nunca te odié, jamás te maldije, jamás me pareció malo o incorrecto lo que hiciste, simplemente, me dolió… y entonces la oscuridad, esa maldita oscuridad se hacía más intensa, o tal vez eran las lágrimas que brotaban de mis ojos las que hacían parecer a la oscuridad más oscura, menos impenetrable; y al aire más inerte, más viciado, más irrespirable que nunca, y entonces, cuando sentía que esa inmensidad se condensaba sobre mí; dormía, dormía  pensando en ti, con una tristeza o no se qué sobre mi rostro; pero sobre todo, en mi corazón. Cuando despertaba tu recuerdo era menos intenso, y así la oscuridad, y el aire más liviano, y aunque me sentía desesperado, soportaba un poco más en ese aterrorizante lugar, no quiero volver nunca ahí, no quiero estar ahí jamás, quiero que siempre exista luz en donde esté, que nunca se apague, que nunca me deje ahí de nuevo.  Es tan horrendo para mi ser, recordar aquello una vez más, es tan espantoso que me pone a temblar, no ya de frío, sino de ansiedad, de miedo, de irresistible y verdadero terror, y lo siento recorrer mi sangre en torrentes que hace que mis venas se sientan explotar. No sé cuantas horas o días o tal vez años estuve ahí, a mi me pareció una eternidad; pero entre más tiempo pasaba en esa desolación, en esa región inhóspita y vacía, terrorífica y fría, menos recordaba nada, menos recordaba tu rostro, menos recordaba tus manos, o tu voz y me daba más tristeza olvidarte, porque sabía que tú habías hecho lo mismo conmigo, seguro que ya me habrías olvidado. Pero eso no importaba demasiado, lo importante era salir de ahí. Entonces comencé a caminar nuevamente, a correr y creo que hasta logré volar alguna vez, porque simplemente no sentía el suelo en mis pies, no veía nada frente a mi y no pude tocar nada a mi alrededor, excepto por la horrenda oscuridad, tan intensa que parecía palpable, tan desoladora que me desmoralizaba… y un día, un día escuché una voz  que sollozaba, una voz que me llamaba porque me necesitaba, tanto cuanto yo la necesitaba también, y entonces, sólo cuando encontré al ser que producía tan dulces  lamentos, solo entonces la luz volvió, lo iluminó todo y vi que ese lugar no era más que mi propia alma, un alma casi muerta, apagada por la falta de amor. Pero su hermoso rostro revelado ante mí, demacrado por los años que pasaron, su hermoso rostro me ayudó a comprender, que esa vieja y apagada alma, podía vibrar con la vida e iluminarse con el amor tan sólo una vez más... Sólo cuando dos almas se aman, se pueden iluminar la una a la otra.