marzo 16, 2011

¡Salta!


La mañana era fría como todas las que recordara. Él despertó y tomó una ducha, el agua tibia recorría su cuerpo como cada mañana, luego de bañarse, antes de vestirse, tomó su taza de café de la vieja cafetera que su madre le había regalado dos días antes de morir en un accidente de tránsito hacía varios años atrás, dio un sorbo y la cafeína recorrió su sistema nervioso provocándole esas sensaciones que tanto disfrutara al principio, pero que hoy simplemente no significaban nada. Se despojó de su toalla que hasta ese momento llevaba enredada en la cintura, frente al espejo como cada mañana observó su tonificado cuerpo de tez blanca, casi tan blanca como el papel y tan frágil también, aún tiene la cicatriz de aquel día en el que un extraño hombre lo arrolló mientras corría escapando de la policía, él era un infante endeble y cayó sobre un cristal que al romperse rasgó su espalda enviándolo al hospital, con tristeza la imagen de su madre que lo sostuvo en sus brazos mientras se desvanecía por el dolor vino a su mente esfumándose en un segundo a causa del agudo sonido del reloj anunciándole que el tiempo se agotaba. Un movimiento de su mano derecha derrama el café sobre el tocador de madera, tan rápido como puede su mano toma un pañuelo y corrige el error. Termina de vestirse como siempre, un traje negro con una camisa blanca y una corbata negra, los lustrosos zapatos brillan al sol mientras introduce el pie derecho en su auto negro y lujoso, justo después de cerrar la puerta observa su reloj con incrustaciones de piedras preciosas para verificar que aún queda tiempo, conduce hasta el trabajo con precaución como todas las mañanas, para ello atraviesa el largo puente que se levanta por encima de la ciudad, construido para agilizar el tránsito de los autos a través de ella. Todas las mañanas sucede lo mismo con exacta precisión, después de tanto tiempo, el asunto comienza a dar vueltas en su cabeza, mira su caro reloj y nota que va un minuto retrasado, entonces piensa que su vida no es tan monótona, acelera y en pocos minutos llega al trabajo, al entra en el edificio saluda a la recepcionista quien le responde con una hermosa sonrisa, como cada mañana, aborda el elevador, presiona el botón y unos segundos después las puertas se abren para que salga, toma su lugar en la oficina y justo a las 11 am va al restaurante para consumir su almuerzo, siempre lo mismo, todos conocen sus hábitos, sus gustos y más aún, todos ahí, todos en la ciudad viven de la misma forma, esto es normal para todos ellos, aunque la mayoría tiene recuerdos vagos de cuando los últimos delincuentes fueron perseguidos y cuando los autos no eran tan seguros. Ahora la policía no es necesaria, todo está en paz, nadie es delincuente, las máquinas y las computadoras hacen el trabajo pesado, los autos se conducen solos aunque la velocidad puede ser regulada por el usuario, los trabajos son fáciles y bien remunerados, las artesanías desaparecieron y los placeres son abundantes. Y él piensa en sí mismo y en su vida, y en lo irreal que es ahora su realidad. Las mañanas son frías pues sobre toda la ciudad se extiende un domo construido con una especie de polímero fotovoltaico que provee la electricidad necesaria, no existe contaminación por smog en el interior pero tampoco existe aire puro, todo cuanto respira es filtrado y reciclado, lanza un suspiro y vuelve a trabajar. Por la tarde conduce al gimnasio, está abarrotado pues todos salen de trabajar a la misma hora y hacen exactamente lo mismo, a esa hora todos los gimnasios de la ciudad están a su máxima capacidad y para eso están diseñados, la ciudad funciona como mecanismo de reloj, dos horas más tarde aborda su automóvil inteligente y pasa al supermercado, elige algunos objetos para uso personal y los coloca en su sesta, al salir del supermercado toma con la mano derecha el papel que un pedestal electrónico le expide con la cuenta que ya ha sido cargada a su tarjeta de identidad, coloca la sesta en el auto y se introduce en él. Momentos después llega a casa y coloca todas sus cosas en pulcro orden.
A las 5 am el despertador hace su trabajo, la ducha está caliente, el café está servido, el auto está listo, él hace lo habitual como cada mañana y momentos después el puente ya está siendo transitado por él y su moderno y lujoso automóvil, un anaranjado rayo de luz solar penetra en lo profundo de sus pupilas dotando la mañana de algo inesperado y peculiar, parece que está lloviendo en el exterior, hace mucho tiempo que no siente la lluvia sobre su rostro, hace tiempo que no siente una brisa fresca y por eso hoy siente la necesidad de alejarse de ahí, de dejar su realidad. Momentos después está en su trabajo, la misma sonrisa hermosa de todos los días, el mismo elevador y los mismos ruidos y paisajes, la misma comida, el mismo perfume en el aire, el mismo gimnasio, el mismo supermercado, al final del día la misma cama y la misma imposibilidad para dormir… se da cuenta de que hoy dijo menos palabras que ayer, de que hoy llegó a la misma hora, en el mismo minuto de siempre y no como ayer, cuando llegó retrasado por un minuto y piensa en que no debería de seguir así, cuando intenta pensar en algo para cambiar su vida el sueño le vence.
El mismo reloj, la misma hora, la misma ducha, el mismo café, el mismo auto, el mismo puente y… se da cuenta de que hoy es un día especial, por eso debería ser un día diferente. Al llegar al trabajo la misma sonrisa, el mismo elevador, y el mismo perfume de la misma mujer que trabaja con él. Al salir del trabajo el mismo gimnasio y atraviesa el mismo puente de regreso a casa después de ir al mismo supermercado, pero él no es el mismo… su dedo se desliza hacia abajo en la pantalla táctil del tablero del auto, la velocidad se reduce, los autos que van detrás de él disminuyen su velocidad también, por fin su dedo llega hasta el punto rojo que indica alto total, el auto está detenido a mitad del puente, los demás autos avanzan lento a un lado, su mano izquierda jala el seguro de la portezuela, ésta se abre, él desliza su pie izquierdo fuera del auto, una voz le advierte el peligro, al notar que hay una persona en mitad del puente los demás autos reducen aún más su velocidad, es una vía de alta velocidad por eso es peligroso, las alertas de todos los autos alrededor se encienden, el tráfico se detiene, él camina entre los autos detenidos en mitad del puente, a través del polímero se filtran los últimos rayos de luz solar, son de un anaranjado intenso que lo estimula como pocas cosas lo habían hecho antes, se acerca a la orilla del puente, el barandal le obstruye el paso, levanta la pierna derecha sobre él y luego la izquierda, está del otro lado, las personas dentro de los autos paralizados descienden también, lo observan detenidamente, él está parado en la orilla del puente, sus manos se sostienen del barandal, sus pies apenas tienen apoyo, y ellos lo miran desde abajo, se escuchan murmullos por todas partes, el sol brilla en sus pupilas como nunca había brillado, por fin, por fin se siente vivo, por fin el calor del sol le vuelve a acariciar el rostro, su corazón late rápido dentro de su tórax, sus pupilas dilatadas dejan pasar los rayos de luz solar a sus anchas y se siente feliz por un momento, ellos le observan, quieren sentir lo mismo, no comprenden qué es lo que hace ahí, él no le da importancia, los murmullos se hacen más fuertes y de pronto, silencio total. De la ordenada multitud frente a él debajo del puente y al mismo tiempo de la ordenada multitud en el puente detrás de él, un grito se deja oír, “¡Salta!”, sus manos comienzan a sudar, la realidad le parece aterradora, su corazón late más rápido que antes, la luz solar no le importa más, tan sólo quiere regresar a su auto, el miedo paraliza sus músculos, se siente inseguro y no sabe qué hacer, ellos repiten “¡Salta!” pero él no los quiere escuchar, por su mente pasan millones de imágenes, la belleza se transforma en horror, y el grito se vuelve a escuchar. De la multitud del puente alguien se aleja, se acerca a él, su lustrado zapato negro se eleva en el aire, él siente el pie en la espalda y no lo puede evitar. Al final del día, un suceso inusual ha roto la monotonía.